martes, 25 de mayo de 2010

Ecos de la mente (perversidad… ¿Virtud?)

MEX, 2010...

De nuevo, en compañía de algunas sustancias legales y poco comunes, me adentro en esta cuestión que hace años surgió de un comentario realizado a una persona que admiré. En plena discusión acerca de los matices entre el bien y el mal, lo moral y lo inmoral, los deseos reprimidos y los deseos experimentados, surgió de pronto de mis labios esta pequeña afirmación y de la cual no me arrepiento y mantengo con fundamentos poco apreciados, lo cual comprendo de sobremanera, ya que a mi parecer los sentimientos poseen la misma fuerza motora aun que distinta orientación. En un espasmo de asco hacia la sociedad moralista hipócrita y sus allegados dije: La perversidad es la más grande de todas las virtudes… lo se lo sé, no es una frase célebre ni digna de recordarse, pero si se analiza un poco más a fondo, quizás podamos encontrar una buena razón, si es que la razón cabe en esta temática.

La perversidad supera cualquier sentimiento existente, ya que a diferencia del odio, el odio suele entorpecer y nublar la mente de las personas, lo miso hace el amor, pero como dije antes, en sentidos contrarios. La mente de alguien perverso se concentra en su propio placer y por lo tanto, despeja su mente y realiza lo deseado, obteniendo a su vez fuerza, vigor y valor para corromper las costumbres o el orden y estado habitual de las cosas.

Quizás en definición de diccionario encontramos que el perverso causa daño intencionalmente y es sumamente malo, pero, ¿Quién puede definir lo que es malo de una manera universal? Creo que al responder esta pregunta caeremos en un estigma social y una contradicción infinita. Más sin embargo no puedo si no defender mi observación…

jueves, 20 de mayo de 2010

Ajena como el paraiso...

MEX, 2010...

El demonio, desde la negrura
de la noche observa perdido en
un sentimiento que desconoce tanto
como a la felicidad misma, dedica
las siguientes palabras a una criatura
del día, tan ajena como el paraíso
y tan hermosa como el infinito mismo:

“Bésame, princesa mía, mientras
las bestias del infierno duerman,
Bésame y no permitas que mis labios
Pierdan su humedad.
Destrózame con tus delicadas manos,
no me dejes vivir con la tortura constante
de sentir este deseo de tenerte a mi lado…
Bésame, princesa mía, bésame
y apaga esta sed que ni la sangre ni las sombras
pueden sosegar, bésame…”